Parece razonable afirmar que las desigualdades pueden ser merecidas o inmerecidas solo si el principio de igualdad de oportunidades ha sido previamente satisfecho. El propósito de este artículo es argumentar contra el mérito como principio de justicia distributiva –esto es, el mérito como mérito comparativo– mostrando que, en ciertos casos, incluso si las desigualdades inmerecidas son eliminadas, el principio de igualdad de oportunidades no es satisfecho y, por esa razón, los juicios de mérito comparativo son ilegítimos.