El Tratado de Maastricht no constituye un punto de llegada, sino una etapa en la fundación de la Unión Europea. El futuro del proyecto europeo depende de la capacidad de los Estados de responder a los desafíos de la ampliación y profundización de la Unión Europea. Cualquier Estado europeo que practique de hecho la democracia liberal es potencialmente miembro de la Unión, entonces ¿será posible conciliar los objetivos de una Unión ampliada a una treintena de Estados de modo que no se la condene a la parálisis?