El estado de la democracia en Venezuela combina prácticas electorales débilmente institucionalizadas aunque relativamente libres y limpias pero con claros rasgos autoritarios: la falta de autonomía de los poderes Judicial y Legislativo frente a un Ejecutivo con atribuciones extraordinarias; el desarrollo de complejas dinámicas de centralización del poder hacia la figura del Presidente; el acceso irrestricto a los recursos petroleros por parte del gobierno federal; la ausencia de una prensa imparcial e independiente y la pérdida de transparencia en el gobierno, entre otros. Las anormalidades constitucionales en el referéndum de 2009 (que permite el surgimiento del único sistema presidencial en la región con reelección ilimitada) sugieren además que incluso la democracia electoral está siendo socavada.