La democracia peruana actual sufre de una muy baja legitimidad de sus instituciones, debilidad de su sistema de partidos y la continua irrupción de outsiders. El desempeño de la economía muestra mejores indicadores a los promedios latinoamericanos y, al mismo tiempo, el país enfrenta altos niveles de descontento ciudadano que se expresan en la preferencia por opciones políticas con componentes antisistema y crecientes niveles de conflicto social. Este artículo plantea que el legado de las reformas estructurales del fujimorismo ha generado una situación “neodualista”, donde convive un sector moderno y en crecimiento, que opta por opciones políticas moderadas, con uno relativamente estancado y excluido que simpatiza con retóricas antisistema.